Que en llegando la política y los políticos a los toros las cosas no iban a mejorar en absoluto.
Quieras que no, mientras la Fiesta estuvo en manos exclusivamente del Ministerio del Interior y de la Dirección General de Policía, esta se mantenía dentro de un cierto decoro y se ejercía algún control del taurinismo profesional.(*) Había, como en todas partes, sus protagonismos y amiguismos, pero en general presidentes y delegados no tenían intereses importantes en la fiesta, ni económicos ni de promoción profesional, la mayoría estaban en esto del toreo como usted y como yo, por afición.
Pero llegan las transferencias autonómicas y con ellas el político y este sí que es otra historia: este es un empleado de si mismo y de su poder como medio de vida, además en la totalidad de los casos no son gentes con conocimientos del toreo, aunque se declaran súper-aficionados una vez nombrados en el cargo.
Por supuesto no intentan de arreglar, arriesgando el puesto, cosas que llevan decenios funcionando mal, y cosas para las que de verdad se necesitan conocimientos profundos del tema. Nos llevamos bien con todos, sobre todo con los mandamases y a vivir que son dos días.
No soy de los que se declare muy partidario de que el toreo pase a depender del Ministerio de Cultura, porque aunque considere el toreo como cultura, creo que lo que menos se necesita en estos momentos confusos es que la Fiesta entre en el parquet de la política variable para que sus acciones se hundan definitivamente.
Últimamente vemos como está desarrollándose una invasión político-taurina, aquí en el sur de España, y vamos a tomar como ejemplo del devenir de la Fiesta, lo que ha ocurrido esta temporada 2010 en Sevilla con la llegada de una nueva Delegada de Gobierno, totalmente profesionalizada en la política, sin pajolera idea de toros y que aunque memorice con aplicación los discursos que le escriben, se le nota a leguas en su comportamiento, que es de otro mundo mas lejano, y lo que es peor “que hoy estoy aquí y mañana ya veremos”.
Continuará
Paco Díaz
(*) Por cierto antes de que se me olvide. Sepan ustedes que en Andalucía ya no se afeitan ni drogan los toros, sencillamente porque no se analizan pitones ni vísceras. Muerto el perro se acabó la rabia.
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