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Sevilla.
Viernes, 4 de abril de 2008. 6ª corrida de toros de feria.
Lleno de “No hay billetes” en tarde calurosa con cierto
viento que a veces molestó.
Seis toros de Torrealta, desiguales de presentación y juego.
Pesos: 573, 559, 530, 580, 610 y 540 kilos.
Javier Conde (Pitos y Bronca);
Sebastián Castella (Palmas y Algunos pitos) y
Alejandro Talavante (Silencio en ambos). |
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CRONICA DE SANTI ORTIZ |
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ALGO CAMBIA Y ALGO PERMANECE
Decepción. En eso se trocó la ilusión que
despertaba uno de los carteles más rematados de la feria.
Unas veces por culpa de los toros, otras por los toreros, lo cierto
es que la tarde fue deslizándose por la pendiente del desencanto
y, al final, se cumplió la tópica contestación
de “vengo de los toros” con cara de funeral.
Sin embargo, hay materia para la reflexión y el análisis.
Siempre he defendido que, por encima o por debajo de la condición
de los toros, el torero muestra o deja atisbos de su talante,
del estado en que se encuentra su ánimo. En este sentido,
la tarde ha tenido su interés. En primer lugar, ha ratificado
el perenne mal momento de Javier Conde. Hace mucho tiempo que
no sé qué hace vistiéndose de luces; aunque
haya un coro de aduladores o víctima de este mundo del
espectáculo que jalean como buenos los trapazos que consigue
pegar sin que las zapatillas salgan despavoridas. Se ha llevado
el lote de la tarde y ha pegado un sainete para no volver a pisar
más este ruedo. Pero como es barato y buena gente, lo veremos
el año que viene otra vez a ver si soplan eso que llaman
musas.
Más preocupante me parece el cambio operado en los toreros
que llevaban el peso del cartel. Ni uno ni otro están a
la altura del pasado año. Preocupante Castella, que, habiendo
estado por encima de su lote, lo he visto por debajo de sí
mismo. Ha estado voluntarioso, tesonero, se ha quedado quieto,
ha intentado hacer embestir tanto al genio del primero, como a
los arreones de su segundo; sin embargo, este Castella carece
de la llama y la pasión de ese otro Castella que en años
anteriores ha venido a arrojar la moneda y a jugarse la vida a
una carta. Por más que algunos lo critiquen, he echado
de menos sus inicios en los medios con pases cambiados por la
espalda que, amén de una declaración de intenciones,
metían al público por el túnel de las emociones
y lo predisponían a favor del torero. Lo he visto demasiado
frío y académico, y el público ha acabado
echándoselo en cara.
También ha cambiado Talavante. Éste más gravemente,
porque acaba de llegar y parece que lo tuviera todo hecho. A su
indolencia natural, ha unido unas formas trapaceras de manejar
el capote –con el que no progresa– y un despego en
la reunión de las suertes de muleta que en nada favorecen
a la imagen del Talavante del “efecto” que tan buenos
resultados cosechó el pasado año. Ojo y cuidado,
porque nada hay más voluble que los públicos y tampoco
el diestro ha tenido tiempo de acaparar laureles para echarse
a dormir sobre ellos.
A diferencia del de ayer, el “No hay billetes” de
hoy ha desembocado en frustración. Ni Castella ni Talavante
han estado a la altura de lo que se espera de ellos. Si no lo
reconocen así, si manifiestan como Torrecera o Vilches
estar contentos con sus actuaciones, la cosa será más
grave aún. Todavía les quedan toros en la feria,
todavía pueden enmendar la imagen que han dejado; pero
mucho me temo que difícilmente la van a mejorar. Es una
premonición y tendremos ocasión de comprobarlo.
Como suele decirse: tiempo al tiempo.
Santi Ortiz
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