|
Tarde
oscura de lluvia fina que no paró hasta el quinto toro,
lleno completo
Toros de Torrealta (origen Villamarta-Saltillo refundada con Domecq
- Jandilla - Torrestrella)
En el inicio del paseillo realizado con lluvia, más palmas
a favor que en contra de celebrarse el festejo. La expectación
era enorme.
Sebastián Castella, oreja y silencio
Miguel Ángel Perera, palmas y silencio
Alejandro Talavante, silencio y gran ovación con saludos |
1
Sebastián Castella |
2 |
CASTELLA
2, SEVILLA 0
Por Santi Ortiz
En corto y por derecho: La faena de Sebastián Castella
al toro Mes de Marzo, primero del encierro de Torrealta jugado
el sábado, 21 de abril, ha sido la más completa,
limpia, perfecta y rematada de cuantas se llevan realizadas hasta
el día de hoy en el abono maestrante del 2007, y pueden
meter si gustan las que le valieron la Puerta del Príncipe
a El Cid, la de las dos orejas a Manzanares y la de Alejandro
Talavante al sexto de la susodicha corrida.
Desde las verónicas de recibo, rematadas cerca del platillo
de la plaza, hasta la contundente y magníficamente ejecutada
estocada, toda la obra del torero de Béziers fue una perfecta
sincronización de valor, estética y técnica.
Ni un solo fallo, ni un enganchón, ni el mínimo
descuido que le ocasionara el más leve borrón. Tandas
limpias, ligadas, pasándose el toro con pureza muy cerca
de la faja, rematando los pases como la más exigente tauromaquia
pudiera concebir, sin una sola duda ni la más mínima
concesión a la galería de figurantes que abarrotaba
la en otra hora entendida plaza sevillana. Faena sentida, arriesgada
en su maestría, amenizada por la música de principio
a fin –¡y no está cara este año la música
en Sevilla!– y rubricada de perfecto volapié. Faena
de dos orejas con fuerza en cualquier sitio que se precie de acoger
en sus tendidos a un público mínimamente documentado;
faena que La Maestranza y su ínclito presidente redujeron
a un solo trofeo para echar un nuevo borrón sobre los anales
del histórico coso.
La afición sevillana, que se jacta de chanelar mucho y
bien sobre el arte de Cúchares, de hilar fino y ver la
paja donde otros no ven la viga, pegó un soberano petardo
al minusvalorar de forma tan grosera la obra más acabada
y perfecta que el 2007 ha alumbrado en su albero. He oído
muchas veces a los profesionales el respeto que produce Sevilla
por la perfección que exige a los toreros: el sábado,
21 de abril, tuvieron esa perfección al alcance de la vista
y ni la vieron; es más: entre la incompetencia de la mayoría
y los inconfesables intereses del resto clavaron el pitón
de la injusticia en el alma de un hombre que, a estas alturas,
se estará preguntando qué le faltó a su labor
para no llevarse la segunda oreja. Para mí, la cortó
con fuerza; para los que rompieron a aplaudir cuando cogió
su montera del suelo creyendo que iba a ponerla boca abajo –véase
el nivel– y no para provocar la embestida del toro, seguramente
no. Allá ellos, lo único que me preocupa es que
consigan aburrir a Castella, como en su día aburrieron
a José Tomás. Sí, y me refiero a esos que
tampoco se enteraron en su momento de la valía del torero
madrileño, aunque ahora se partan el culo por conseguir
en el mercado negro una entrada para la reaparición de
Barcelona. ¡Qué público tan mezquino para
toreros tan grandes!
En fin, lo dicho: Castella 2 (orejas bien merecidas), Sevilla
0 (en conocimientos y sensibilidad).
Sanlúcar
de Barrameda, 22 de abril de 2007
|