Las rebajas de San Miguel
La sorpresa de la tarde fue la afluencia de público.
Después de un cambio tan radical en las sustituciones,
forzadas eso sí, donde Morante y Castella fueron sustituidos
por un Julio Aparicio, desde siempre en horas bajas, y un Salvador
Vega tampoco en sus mejores momentos no esperábamos los
conocedores del lugar mas de media entrada o como máximo
tres cuartos. Pues bien lleno prácticamente total, lo
cual es bueno para la fiesta y un público permisivo y
orejero lo cual ya no es tan positivo para los aficionados que
en el mundo quedan.
Empezamos con Julio Aparicio y su particular Viacrusis profesional,
prácticamente desde que tomó la alternativa hace
ya 17 años.
Se recordaban sus últimas actuaciones en la Maestranza
en la temporada 92, donde toreó con total pena y ninguna
gloria, nada más y nada menos que en cinco ocasiones.
Hoy pues, más de lo mismo, en su primer toro lo mandó
masacrar en varas (los toros se matan en varas siempre con el
permiso del matador) y después se vio que era un animal
noble colaborador y con las fuerzas muy justas, aun así
el torero no terminó de entregarse en la faena. Algunas
peticiones de cambio de toro por parte del público que
la presidenta con buen criterio no concedió. Si matas
el primero no te voy a echar un segundo para que hagas lo mismo,
debió de pensar la Usía.
Pitos al torero y palmas en el arrastre para el toro.
En su segundo la misma historia, lo destrozaron en varas y lo
lidiaron para no torearlo.
(Esto de que los subalternos trabajen y se jueguen la vida a
sabiendas que el maestro no tiene voluntad tiene que ser de
lo mas triste)
Después de una colada peligrosa, por estar el torero
mal colocado, el desatino ya fue total, se mató de cualquier
manera y bronca para al torero que se repitió al final
de la corrida.
Vino Julio precedido por la propaganda de que estaba en un buen
momento profesional, pero los que le habíamos visto -mas
mal que bien- hace tres semanas y con toritos de broma en la
plaza de Espartinas, sabíamos que no, que lo de aquí
se le iba a atravesar y que milagros no hay cuando no se tiene
Fe.
El Cid comprendemos que tenga bula de los públicos pero
tiene los brazos más largos que los remos de una barca
de competición.
Es verdad que ha dado la cara en múltiples ocasiones
y cosechado grandes triunfos con toros difíciles pero
en cuanto puede se alivia que es una maravilla y cabe entre
el y el toro una pelea de tres perros.
Su primero no tenia ni casta ni fuerzas y poco pudo hacer, silencio.
En el segundo pequeñito pero con pitones y cierta transmisión,
el Cid apretó el acelerador, (Vega ya tenía una
oreja) lo toreó bien de capa y con la derecha, consiguiendo
un trofeo a pesar de matar a la segunda. Los pañuelos
a tope y donde hay patrón no mandan marineros.
Necesita el Cid que lo metan en problemas y en guerras autenticas
para dar la verdadera dimensión de su tauromaquia.
Salvador Vega pinturero y despegado, en una forma de torear
que parece que sea especialidad de las comarcas de la provincia
de Cádiz que lindan con Málaga.
El primer toro era noble y con cierta clase, lo toreó
inteligentemente, un tanto desde la periferia y le concedieron
una oreja más que generosa. El segundo era de condiciones
muy parecidas a su primero, podría haber estado Salvador
mejor, pero no quiso pelea se conformó con lo que había
y se marchó al hotel con el traje blanco impoluto.
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Bien en los palos y en la lidia el “Curruco de Algeciras”
y bien en los palos y en la lidia el “Alcalareño”.
Ambos saludaron a petición del público.