Toreros en la sala de espera
En las salas de espera de las aficiones siempre
hay toreros a los que se les aguarda, y que por fin muestren lo
que la afición cree entrever, que digan de una vez si lo
entrevisto era merecedor de esperar, o que por el contrario cante
la gallina de una vez y no nos hagan perder el tiempo.
De las tres cosas hubo.
Uceda
Leal había venido a Sevilla sin triunfar en reiteradas
ocasiones y nadie se quejó ni protestó por su presencia.
Sevilla había visto muy claramente su clase de toreo, elegante,
sobrio, y sus cualidades de valor y estoqueador. Nadie parecía
tener prisa y menos el torero que fiel a si mismo, se permitía
ejercer de maestro tratando de enseñar a embestir a sus
toros en la espera que alguno fuese alumno receptivo y le permitiera
dejar su seña de identidad.
Lo intento con el primero un toro descastado y flojo que transmitía
poco pero al que consiguió sacarle algunas cuentas bien
hechas. Faena que mereció reconocimiento y ovación.
En su segundo sin ser un toro de bandera ni muchísimo menos,
colaboró más, transmitió más y el
maestro aprovechó para dar la mejor lección posible.
Un palmetazo de los suyos hasta la bola y una merecida oreja,
que a el le hace justicia, y a la afición le justifica
la espera.
(Madrid es que no se entera o que se cansa de la gente y sin motivo
alguno pasan de moda y se vuelcan locamente con otro que puede
ser peor. Curro Diaz no les va a dar mejores tardes que Uceda
me juego el cuello)
Luís Vilches por fin se ha convertido
en lo que ni el ni la afición quería, “en
la eterna promesa que nunca rompe”. Sus toros de hoy no
fueron ni peores ni mejores que los otros pero el vicio de siempre
y de tantos y tantos toreros de colocarse bien, de trazar bien
y de “esperar que el toro repita” para que a partir
de ahí todo funcione como es debido, es lo que los arruina.
Cuando ellos quieren poner más de su parte ya se fueron
los mejores momentos del toro y de la faena.
Esperamos al segundo y ya las prisas aconsejan mal como siempre
hacen, vienen las voces, el toro parece menos boyante que el anterior
y el resultado es el premio del aplauso discreto a la buena voluntad
y a esperar otra oportunidad.
Iván García con el que no estoy
seguro si la aficion esperaba algo, se le recordaba como valiente,
“bullidor”, y banderillero, de su reciente época
de novillero y matador.
No dice nada especial con los palos y con las telas tampoco. Se
adivina no una posibilidad de faenas y encuentros especiales con
el toro, sino todo lo que va ha hacer salga lo que salga por chiqueros.
Torero que a lo mejor no ha llegado a su tope y un día
lo encuentra, pero que de momento mejor se lo piensa y toma (aunque
se lo van a dar) un tiempo de reflexión.
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