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25 ABRIL DOMINGO

TOROS DE MIURA


JOSÉ P. PRADOS "EL FUNDI"

JUAN JOSÉ PADILLA
RAFAELILLO



Tarde de sol y calor, lleno casi total.

5 toros de Miura como suelen ser, complicados y aprendiendo rápido. Un sobrero del Conde de la Maza, fuerte y ambicioso en el caballo, manso y sin casta para el torero.

El Fundi, ovación y ovación
Padilla, ovación y ovación
Rafaelillo, ovación y ovación


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TRES VERDADEROS TÍOS.

Crónica de Antonio Girol   www.gentetorera.es

De la vespertina del domingo de feria podemos extraer dos conclusiones: La primera, que todos aquellos que el pasado año rasgaron sus vestiduras porque a  un toro de Miura se le había podido torear por abajo, por su movilidad y franca embestida, estarán hoy de enhorabuena cuando han visto desfilar cinco miureños de su gusto, o sea, pegando “bocaos”. Bueno, a lo mejor en algunos pasajes del cuarto han tenido que acudir al estanco para hacer acopio de papel de fumar…por si acaso tenían que volver a usarlo en los urinarios.

Y la segunda conclusión, a la leyenda de los de Zahariche va cosida la de toreros pequeños de estatura pero grandes de corazón, torería y espíritu. Ahí queda el recuerdo de diestros de la talla de Diego Puerta, Domingo Valderrama… y esta tarde Rafaelillo, que ha echado la instancia para convertirse en habitual de este hierro en esta plaza.

Pero analicemos todos los ingredientes de una tarde casi veraniega que nunca deja indiferente a nadie.

A El Fundi le correspondió un primer toro zancudo, grandón, vareado de carnes a pesar de los seiscientos kilos que llevaba en lo alto. Y que hizo honor a los de su estirpe quedándose corto y reponiendo en la muleta. José Pedro tiró de oficio, de ese que se ha ganado en corridas como la de hoy, doblándose con él hasta conseguir desgastarlo suficientemente para poder meter la mano.

El cuarto fue el toro más toreable de la tarde, un bonito sardo muy en la línea de la casa. A este Miura lo supo entender perfectamente el de Fuenlabrada, que le dio el sitio y la altura necesaria para que embistiese a su aire.  Y así, después de sobarlo hasta dejarlo moldeable, le sacó varias series por el izquierdo de mucho valor- y no me refiero sólo a la acepción del vocablo referida a la cualidad del valiente, sino a la otra, esa que se refiere al valor como importancia y firmeza de un acto- para por el derecho aguantarle una barbaridad. Hizo que la Banda atacase con el pasodoble y tal vez se pasó de faena, motivo que llevó al toro a orientarse a la hora de la suerte suprema e impedir que el torero pudiese pasar limpiamente a dejar el sopapo. Ese fue el lunar que impidió al maestro madrileño pasear una oreja que hubiese merecido holgadamente.

Mucho se habló el año pasado, para bien, aunque para algunos fuese sacrilegio, de los naturales que desgranó Juan José Padilla al miura burraco que hizo quinto. Este año nadie podrá hablar de una situación similar. Ya pueden dormir tranquilos los agoreros que temían por el fin de la leyenda. Como si en la leyenda no hubiese habido más toros dignos de grandes faenas que de los otros…Allá ellos con sus neuras.

En esta ocasión de primeras Padilla tuvo que sortear un toro que hizo muchas cosas buenas al inicio pero que engañó vilmente a la plaza y al torero que lo había brindado al maestro Ruíz Miguel. El animal llegó muy rajado y con sentido a la muleta, tirando derrotes y defendiéndose continuamente. Juan José abrevió y le calzó una estocada con más ley que la que merecía semejante estafador.

Posteriormente tuvo que parar dos toros. El primero, del encierro titular, y un sobrero de El Conde de la Maza, grande, manso y con tanto o más peligro que los de la A con asas. El condeso apretó en varas dejándose pegar de lo lindo. A la muleta llegó parado y en cuanto el jerezano le obligó, se rajó. Por lo que Padilla tuvo que tirar de expediente y matarlo.

Rafaelillo debutaba en la de Miura, y ha dejado sensaciones gratas. Parece como si los toros más altos del campo bravo tuviesen una especial simbiosis con los toreros más pequeños de estatura del escalafón. A sus dos toros los ha recibido Rafael con un farol de rodillas en el tercio. Su primero fue el más complicado de toda la tarde. Un verdadero barrabás, que estuvo toda la lidia intentando cazar a su presa y si no lo logró fue por mérito del torero que hasta en cuatro veces estuvo a merced de las astas y esquivó la cornada. El toro, probón, con maldad y sabiendo en todo momento dónde estaba la tela y dónde el que la dirigía puso en apuros al del Barrio del Carmen, que le plantó batalla y se partió la cara, y la axila, ante él. Las mismas complicaciones que mantuvo durante la lidia las expuso al entrar a matar.

Languidecía el festejo cuando salió el sexto y Rafaelillo, después del afarolado rodilla en tierra, cogió la muleta y se fue a los medios con el toro, al que supo entender perfectamente desde el inicio de faena dándole la distancia y altura que el animal requería para que pasase por el dibujo que le marcaba con su muleta. Tragó tela el murciano hasta conseguir varias tandas, en las que incluso hubo pases dados con relajación y buen gusto. Dicho así, en frío, pareciese que estamos hablando de un toro de los llamados de carril. Nada más lejos de la realidad, el de Miura, si bien es cierto que se dejó algo más que sus hermanos, no regaló ni una sola de las embestidas sino a cambio de pararse y medir al torero. Lo pinchó en el primer envite y luego dejó una estocada delantera. El toro tardó en doblar y el espada tuvo que tirar de verduguillo. Ahí empezó el suplicio porque el animal no descubrió en ningún momento la muerte y faltaron décimas de segundo para que le tocasen el tercer aviso. Lo cual hubiese sido de un malaje abusivo y tremendo después de la firmeza que había mantenido en la faena.

Deja buenas sensaciones el murciano en Sevilla. Enhorabuena.